Lucía Lagunes Huerta / Cimacnoticias
Oaxaca.-Un país con la impunidad en mayúsculas, una y otra vez se preguntará cómo lograr que la justicia se haga presente.
Las respuestas para cambiar el sistema de justicia se han enfocado en los instrumentos y los procedimientos y poco en quienes son responsables de implementarlos.
Jueces, fiscales, ministerios públicos y policía de investigación, y un largo etcétera,se han quedado al margen de las transformaciones.
Y otra vez se plantea cambiar el sistema de justicia.
El martes pasado en el Senado de la República, los responsables de la justicia en México, anunciaron que vienen nuevos cambios, los cuales se enfocarán en “modernizar la justicia, hacerla cercana, con sensibilidad social y humana. Lograr una reformar del poder judicial, construir un proyecto global de carácter penal”. Ninguno habló de vigilar el actuar de quienes son responsables de aplicar la ley.
Mantener las mismas piezas que han hecho del sistema de justicia un sistema de corrupción y de impunidad, augura un nuevo fracaso para la justicia.
Transformar el sistema penal y de justicia, pasa si o si, por quitar de las manos misóginas el acceso a la justicia para mujeres y niñas. Porque son ellos los que se resisten a cumplir con la ley y con los nuevos instrumentos, si no, miremos la falta de aplicación del Protocolo para Juzgar con perspectiva de género.
Ejemplos del odio contra las mujeres tenemos muchos en nuestro país, algunos se vuelven notorios gracias a la fuerza de la denuncia en las redes sociales, la gran mayoría queda enterrado en la invisibilidad.
Pensemos en el terrible caso del juez Jorge Luis Solís Arana, en el estado de Jalisco. Él se negó a seguir un proceso de corrupción de menores, bajo el argumento de que la niña de 10 años de edad, no “sintió placer”.
Vayamos a Villaflores, Chiapas, donde el ministerio público se negó abrir una carpeta de investigación por abuso sexual de una joven y a cambio, recomendó a la víctima que “se arregle con sus agresores”.
Y podríamos seguir con una larga lista de historias que muestran la misoginia de los operadores del sistema de justicia.
Si realmente se quiere que la justicia se escriba con mayúsculas, es necesario barrer a quienes se resistan, empezando por los misóginos.