Salvador Hernández.
Oaxaca.-No es fácil crear, menos, nadar contracorriente; si aunamos el mérito de pasar desapercibido por décadas, como un brillante artista sin tener secuelas, pintando, oralizando rimas, inventando desinhibidos performances. Entregado de tiempo completo al arte, que es lo único que salva de la locura, esa que todos padecemos alguna vez. “¿Quién tiene el derecho de la realidad?”, señala Lilith (Jean Seberg), personaje central de la película del mismo nombre, dirigida por Robert Rossen (1964).
Reto realiza varias disciplinas artísticas, pero además lucha contra una enfermedad que con el tiempo se va empoderando; consciente que el tiempo es un factor que corre en su contra, las depresiones, etapas esquizoides y, un cejo de bipolaridad que se asoman acechantes en la vida del performancero. Sin embargo, reconoce que el ejercicio constante en el oficio artístico, es el bálsamo de su sobrevivencia. No caer en abismos indeseables.
Es sabido que el artista muchas veces tiene que concertar con los demonios que lo acechan, para tener acceso al club de la creatividad; y que el alcoholismo, adicciones, soledades infinitas y, muchas veces la claudicación total. El suicidio. Son las facturas a pagar.
Como en todo, hay charlatanes, pero el hábito no hace al monje; aunque las enfermedades de la mente s bifurcan y toman formas y camuflajes diversos. Desde adoptar personalidades varias, una sola o sentirse un objeto, como el personaje Young-Goon, en el film “Soy un ciborg” de Chan-Wook-Park (2006), que, alimentándose a base de baterías y descargas eléctricas, estaba a punto de yacer, en algo más grave que una bulimia.
Pues bien, estos males nada tiene de graciosos, y sí, por el contrario, ponen al filo de la navaja al creador o artista que se salga más allá de lo que la enfermedad le permita. Los medicamentos y la dopamina ayudan, pero siempre se corre el riesgo de caer en esos centros de control de la razón, que Michel Foucault tenía muy bien definidos. Manicomios. “Es mi temor-se sinceriza Reto-, de entrar y no volver a salir”.
Hace poco falleció un compañero –que por obvias razones ocultaré su nombre- de aventuras periodísticas y otras lides. Le habían diagnosticado bipolaridad, y en pleno programa de radio que -para la de malas-se transmitía en vivo, empezó a distorsionar la información. El director le hizo una llamada ni bien terminado el programa, y el despido fast track no se hizo esperar, me congratulé con él, y los dos estábamos en la calle minutos después. Ya no supe nada de él. Hasta este año, no menos trágico, en que murió. Tengo que subrayar, que cuando lo conocí, era un periodista brillante, y un hombre de izquierda, íntegro y congruente.
Para concluir, vale mencionar que Reto dio una información detallada de sus problemas, algo que en lo personal agradezco, ya que, aparte de tener un compañero talentoso, conocí las tormentas que aquejan a éste artista valiente.
El día de ayer, como se dice en el argot luchistíco, se quitó la máscara, y nos describió -a los ahí presentes-, el porqué de su trabajo constante con el performance, la pintura ..la poesía.
¡Larga Vida, Reto!