Oaxaca- Nacido el 6 de enero de 1940, casi a la par que el propio Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), creado en febrero de 1939, Manuel Oropeza y Segura es un hombre consagrado a sus dos grandes pasiones: los museos y el teatro, motivo por el cual esta tarde, amigos, familiares y discípulos, le rindieron un sentido homenaje.
Realizado como parte de las actividades de la XXXII Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH) y con sede en el Museo Nacional de Antropología, el reconocimiento buscó retribuir a toda una trayectoria de impulso a la museografía y la cultura en México, así como en otras naciones.
Reunidos con el connotado museógrafo, el director general del INAH, Diego Prieto Hernández; la restauradora Marisa Gómez Dantés; el titular del Museo de la Ciudad de Querétaro, Gabriel Hörner García, y la directora del Centro INAH en esa entidad, Rosa Estela Reyes García, evocaron anécdotas y las enseñanzas que han tomado de él.
En el acto, el cual también fue transmitido por el canal INAH TV de YouTube, en sintonía con la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, el antropólogo Diego Prieto calificó la trayectoria de Manuel Oropeza como una de las más significativas al interior del INAH, siendo parte de una segunda generación de investigadores que impulsó la creación y la actualización de recintos como los museos regionales de Guadalajara y de Querétaro, así como del propio Museo Nacional de Antropología.
Además del empeño que el museógrafo tiene para transmitir los conocimientos científicos y académicos a discursos que puedan cautivar a los públicos, los panelistas también subrayaron el apoyo que ‘Manolo’ ha brindado siempre a sus colegas desde la esfera sindical, procurando en todo momento aprender de los demás, no solo de los investigadores sino, en igual medida, de los carpinteros, electricistas, custodios y otros profesionales que intervienen en la operación cotidiana de un museo.
“La mayor enseñanza que he tenido de Manuel –comentó Gabriel Hörner–, es que los museos son escenarios que nos enseñan a ver el mundo y, más allá de eso, a entenderlos sabiendo que cualquier cosa de la que se hable es trascendente, y que siempre hay una manera bella para comunicar algo a partir de un objeto o de una serie de objetos”.
Asimismo, en el homenaje se destacó el apoyo que en la entidad queretana ha brindado Manuel Oropeza para la conformación de los más diversos espacios museales, entre ellos el Museo de la Restauración de la República y el Museo de la Ciudad de Querétaro, en la capital de ese estado; el Museo Histórico de la Sierra Gorda, en Jalpan de Serra, o el Museo de la Muerte, en San Juan del Río.
“Realmente en todo Querétaro, Manuel Oropeza es tenido como una institución en sí mismo. No hay nada que ocurra en el ámbito de la cultura sin que Manolo tenga una opinión, o sin que nosotros nos acerquemos a él para buscar asesoría”, apuntó la titular del INAH en esa entidad, Rosa Estela Reyes.
La funcionaria y la restauradora Marisa Gómez evocaron cómo en 1989, en un momento crítico para el Museo Regional de Querétaro, cuando había sido desprovisto de una parte significativa de su acervo virreinal, por una decisión del gobierno del estado, para trasladarla a un nuevo inmueble, el arribo de Oropeza a la dirección de este espacio significó una auténtica revolución, en la medida que abrió realmente las puertas del edificio a toda la población, desde los intelectuales hasta los vecinos del museo.
Finalmente, con la alegría que le caracteriza, Manuel Oropeza agradeció el homenaje, y definió a los museos como sitios no solo de conocimiento sino de verdades, venidas hasta de forma irónica por aquellos que exhiben falsedades.
“Que haya museos para todo, para todos y por todos lados, porque un museo no solo debe investigar científicamente los objetos, sino también necesita comunicar a todo el mundo la responsabilidad que tenemos de preservar nuestras herencias”, concluyó.