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Galería Quetzalli presenta “Fábulas de Esopo” de Francisco Toledo

Galería Quetzalli presenta “Fábulas de Esopo” de Francisco Toledo
FOTO: Francisco Toledo
Lunes 23 de agosto, 2021.
09:02 am
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-Galería Quetzalli invita a la inauguración de la exposición “Fábulas de Esopo”
del maestro Francisco Toledo, el próximo sábado 28 de agosto de 17 a 19 horas.
 
Oaxaca.-Siendo esta la 10a ocasión en que la galería muestra un proyecto del icónico artista, esta muestra se compone por 49 gráficas, complementadas con algunas placas y libros, de la serie Esopo, en la que Toledo funge como un fabricante -o fabulador- en un proceso creativo de reinterpretación de las míticas fábulas.
 
La muestra estará abierta al público hasta el domingo 16 de octubre de 2021, en su sede Bodega, ubicada en Constitución 104 interior 1, Centro Histórico de Oaxaca de Juárez, cuidando los protocolos sanitarios pertinentes.
 
“De Fábula”, por Guillermo Santos
 
Esopo es un tumulto de hombres. Es, como Heráclito, un rumor; la consumación de un conjunto de historias y lugares remotos en algunas cuantas líneas notables e imperecederas. Como cualquier hombre de la antigüedad, como cualquier hombre, quedan fragmentos desperdigados en nuestra conciencia, tal como un conjunto de basamentos incrustados en la tierra de un “suelo común”, un suelo común que podríamos llamar “sabiduría popular”.
 
Cada cierto tiempo alguien descubre esas piedras de significado, las oculta o las transforma en otra cosa; se las apropia o, sencillamente, las comparte. Wilhelm Nestlé -en su Historia del espíritu griego- ha escrito que “Esopo es una etiqueta colectiva para todo el tesoro fabulístico griego.
 
El hecho de que la representación habitual de este maestro fuera la de un hombre feo y mal desarrollado, significa una ruptura con el viejo ideal aristocrático de la virilidad […]”. Es otro modo de decir que a Esopo se le ha atribuido un discurso de género menor (no sabemos hasta qué punto suscrito por Nestlé). Los escritos de Esopo manifiestan el poder de lo fantástico, e inmediatamente hay quien propone a estas narraciones como contrapunto a ciertos “valores racionales” (como cuando se refiere “lo apolíneo frente a lo dionisiaco” o “lo poético frente a dialéctico”).

    En la descripción inexacta de la fisonomía de Esopo se advierte ya un rasgo que no es posible ignorar: Esopo es también una criatura fantástica, un ser cuya carga de sentido es como una proyección de la colectividad sobre aquello que la diversifica y enriquece. Hay quien imagina a Esopo como un ser salvaje, de aspecto indómito o como una mezcla entre hombre y animal. Al menos las imágenes que la historia ha sospechado de su rostro (el libro clásico la Vida de Esopo, de Maximus Planudes se ilustra con algunos retratos imaginarios) muestran ese rasgo de lo múltiple en la unidad de un mismo rostro.

     Lo que no podemos negar es ese carácter “fantástico” que no deja de rodear a la figura Esopo. Prueba de ello, acaso, es la traducción de 47 de sus fábulas al náhuatl, encontradas en un manuscrito llamado Cantares mexicanos, un conjunto de escritos probablemente compilados por fray Bernardino de Sahagún, que data del siglo XVI y que contiene, entre otros, el Kalendario mexicano, la Divinatoria de los mexicanos o la Vida de San Bartolomé. Se sostiene que dicho conjunto de escritos poseía fines didácticos (pues es una colección bilingüe: latín/náhuatl) y que muy probablemente haya servido en las cátedras trilingües del Imperial Colegio de la Santa Cruz, en Santiago Tlatelolco, la primer institución educativa de nivel superior del Nuevo mundo instaurada por los conquistadores.

    Francisco Toledo, que suele ser también un fabricante o un fabulador de objetos inusuales, ha sentido la necesidad de reconstruir algunas de las fábulas de Esopo y colaborar así con su mítica figura.

    Para el pintor mexicano una narración no está completa si no coexiste con sus posibles imágenes, es esa su manera de crear un continuo de notas críticas, de notas al pie de página: la mirada de Toledo se ha posado lo mismo en la obra de Franz Kafka, de Jorge Luis Borges, que en la cosmogonía zapoteca, en las crónicas de Indias o en la mitología de Oriente. Así que la historia humana puede describirse como el despliegue de lo fantástico sobre un mundo cotidiano. ¿No es así como algunos fragmentos de la historia universal se nos presentan, a través del sentimiento de asombro que significa que una cultura se encuentre frente a otra, que un extraño se plante frente a otro? Para Toledo la literatura es un escenario de sugestiones infinitas, y no duda en añadir, coleccionar o inventar algunas más.
 
  En ese sentido “pintar al hombre” es, para Francisco Toledo, escuchar sus poderosos relatos, colorear la radical imaginación de cualquier mitología o subrayar algunas líneas para que no se pierdan en el caótico mar del olvido.

Así pues, entre otros proyectos que se relacionan con este, Toledo ha insistido en traducir, junto a un grupo de especialistas para la editorial Cálamus, las fábulas a diversas variantes del zapoteco y mixteco (lenguas originarias del sur de México). Lo que simboliza precisamente la revuelta contra la indiferencia con que suele expandirse un tiempo de uniformidades y pérdida de diversidad en cualquier parte del mundo.
    Si nos quedásemos únicamente con el relato de las fábulas de Esopo, sin las notas que suponen una moraleja, sin ese conjunto de palabras que muchos afirman fueron añadidos posteriores, probablemente no perderíamos la sabiduría que nos transmiten. A Francisco Toledo le interesa una lectura de Esopo sin que necesariamente suscriban una moral determinada. Para Toledo es más acertado decir que con cada pieza que concibe es capaz de inventar una naturaleza, un modo propio de ser. Algo que hemos visto continuamente en su trabajo es no sólo el representar ciertos especímenes sino el de inventar otros: insectos, animales e incluso plantas que jamás hemos divisado aparecen en su obra como si fuera ese su escenario natural.

    En esta serie algunas imágenes funcionan en sentido contrario. El artista propone una escena y es el lector quien debe completar la narración. Sus grabados corren paralelos a los relatos, dialogan con ellos y proponen caminos alternativos. (Otro artista que ha sido influido por los trabajos del autor griego es Alexander Calder, que creó una serie de dibujos en su inconfundible estilo, lo que confirma la fascinación que ejercen continuamente a través de otras tradiciones).

    Algunos cronistas de Indias admitían haber visto, en la “Casa de fieras” del emperador Moctezuma, entre otros animales de gran tamaño, algunos osos. En el trabajo del creador mexicano, dichas declaraciones no serían inusuales. A través de cada uno de sus trabajos, Toledo se ha propuesto revitalizar un bestiario de seres tan reales como fantásticos. En cierta forma, nos indica que nunca en la historia ha podido existir el hombre sin imaginación creadora. La invención que propone el artista es una forma de continuar con la memoria de la humanidad.

Francisco Benjamín López Toledo
(Juchitán, Oaxaca, 1940 - 2019)

Desde muy joven encontró su vocación en el dibujo y la pintura. Asistió, siendo aún adolescente, a la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca y al taller de grabado de Arturo García Bustos. A los 17 años se inscribió al Taller Libre de Grabado de la Escuela de Diseño y Artesanías en la Ciudad de México.
 
Fue Antonio Souza quien bautizó al artista como Francisco Toledo, al mismo tiempo que propició sus primeras exposiciones individuales (a los 19 años) en la Galería Antonio Souza y en el Forth Worth Center, en Texas. Hacia 1960 Toledo se estableció en París, donde conoció a diversos creadores e intelectuales de la época, como Octavio Paz y Rufino Tamayo, además de consolidar su formación artística. Colaboró en el taller de Stanley Hayter en ese entonces.
 
Con poco más de 20 años, Toledo era ya un autor cuya obra llamó pronto la atención europea; prueba de ello son las diversas exposiciones de su trabajo en la Kunstnernes Hus, en Oslo, Noruega (1962) (junto a Rodolfo Nieto), en la Galería Karl Flinker, en París (1963), y en la Galería Dieter Brusberg, en Hannover, Alemania (1964). A estas exposiciones siguieron otras en Inglaterra, Nueva York y Suiza. A su regresó a México, Toledo pasó varias temporadas en su tierra natal, en la región del Istmo de Tehuantepec, que intentó conocer a profundidad a través del estudio de las costumbres, el idioma y el arte del lugar; estos viajes proporcionarán al autor un interés por diversas técnicas artesanales, mismas que incidirán en su trabajo posterior.

    Sus preocupaciones sociales le llevaron a colaborar en la fundación de la Casa de la Cultura de Juchitán (1972). Por esas fechas empezó a reunir la obra que constituye la colección Toledo/INBA, una de las más completas en América Latina en cuanto a la importancia de los nombres y obras que la conforman: Alberto Durero, Francisco de Goya, Eugène Delacroix, Max Klinger, Marc Chagall, Pablo Picasso y Diego Rivera son los nombres que destacan en cuanto a la gráfica y pintura.
 
En el ámbito de la fotografía, cuenta con obra de Manuel Álvarez Bravo, Graciela Iturbide, Henri Cartier-Bresson, Edward Weston, Josef Koudelka, entre otros.
 
A partir de la fundación de la Casa de la Cultura de Juchitán, Toledo se convertiría en un promotor de la cultura, fomentando el desarrollo y la fundación de diversos espacios, así como la creación de proyectos editoriales que difundirían no sólo la literatura universal sino el idioma zapoteco: Ediciones Toledo, Editorial Cálamus y la revista Guchachi’ Reza (Iguana rajada). En 1988 Francisco Toledo fundó en su propia casa el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, un espacio constituido por una biblioteca especializada en arte y una sala de exposiciones; su acervo de libros actualmente es de casi 60 mil volúmenes repartidos en dos sedes.
 
En 1992, a iniciativa del artista oaxaqueño. Se fundó el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO). En 1993 Toledo creó la asociación civil PRO – OAX, cuyo fin es la defensa del patrimonio cultural e histórico de la Ciudad de Oaxaca y que ha colaborado en la conformación de espacios como el Jardín Etnobotánico (1993) y la Biblioteca fray Francisco de Burgoa (1994), además de sumarse a causas como la defensa de los idiomas autonómicos o la lucha contra los transgénicos. Asimismo, a iniciativa del artista, se fundaron el Cineclub El Pochote (1992), el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (1996), la Fonoteca Eduardo Mata (1996), el Taller Arte Papel Oaxaca (1998) y el Centro de las Artes de San Agustín (2006).

    Francisco Toledo ha tenido diversas exposiciones retrospectivas, por ejemplo, en el Museo de Arte Moderno, en la Ciudad de México (1980), en la White Chapel Gallery en Londres y en el Museo Reina Sofía, en Madrid (2000), además de haber presentado su trabajo en la Tate Gallery de Londres y en Latin American Masters, en Los Ángeles, entre otros espacios internacionales.

    No pocos han sido los reconocimientos obtenidos por Toledo en las últimas décadas, como el Premio Nacional de Ciencias y Artes (1998) o el doctorado honoris causa por la UABJO (2007); el premio Príncipe Klaus (2000) o el premio Right Livelihood Honorario (2005), en Suecia, “por su compromiso y su arte en favor de la protección, el desarrollo y la renovación de la herencia arquitectónica y cultural, el medio ambiente y la vida comunitaria de su Oaxaca nativa”. En 2015 Toledo donó al INBA el acervo que reunió para el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, de aproximadamente 25 mil objetos entre gráfica, pintura y diversas técnicas. Actualmente Fomento Cultural Banamex está llevando a cabo la publicación de un catálogo razonado en varios volúmenes que dan cuenta de una obra que está en continúa experimentación: más de 50 años de creación artística.

    Por su edad, Francisco Toledo pertenecería a la Generación de la Ruptura, sin embargo, es necesario decir que diversas tradiciones convergen en su obra, que puede describirse como el despliegue de saberes originarios en un contexto contemporáneo. Por sus temas y preocupaciones, su obra es heredera de una muy amplia historia del arte mexicano y puede rastrearse a partir del periodo precolombino. Escribió André Pieyre de Mandieargues en torno a Toledo: “No conozco a ningún otro artista moderno tan imbuido de manera natural por una concepción sagrada del universo y por un sentido sacro de la vida, que se haya acercado al mito y a la magia con tanta seriedad y sencillez y que esté inspirado con tanta pureza por el ritual y la fábula”. La vida y obra del oaxaqueño destaca como pocas tanto en México como a nivel internacional, pues permanece fuertemente comprometida con los problemas de nuestro tiempo sin alejarse de sus obsesiones personales. A la vez que se le vincula con creadores como José Guadalupe Posada, Rufino Tamayo o Rodolfo Nieto, algunos críticos internacionales (como Dawn Adès y Catherine Lambert) han sugerido que la obra de Toledo es heredera y continuadora de la de James Ensor, Paul Klee o Jean Dubuffet.
 
Desde que abrió sus puertas en la capital oaxaqueña en 1986, se ha convertido en una de las empresas culturales más importantes de su tipo, gracias al selecto grupo de artistas mexicanos que representa, quienes reflejan una síntesis de lo pasado y lo actual del arte en la Ciudad de Oaxaca.
 
En sus dos espacios no sólo despliega el trabajo de artistas consolidados con amplia trayectoria, sino que exhibe propuestas actuales que proporcionan una muestra ecléctica: la peculiar visión oaxaqueña y el panorama actual del arte en México.
 
La Galería Quetzalli no limita su actividad a la promoción, venta y certificación de obras de arte, sino que uno de sus objetivos principales es el desarrollo de proyectos para el desarrollo social y cultural de la Ciudad de Oaxaca, permitiéndole consolidarse como una institución social de gran importancia y arraigo en el medio.
 
 
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