Salvador Hernández.
Oaxaca.-Se nos ha dicho, que sólo se puede educar en las escuelas o dentro de un aula.
Sin embargo, hay otras formas en que se puede aprender o aprehender (con H). el hábito de la lectura. Cuando niño, las historietas, fueron mis primeros textos de lectura. Con “Fantomas”, conocí al pintor Toulouse Lautrec, el museo de Louvre, y con “Chanoc”, al “sabio Monsi”-me refiero a Carlos Monsiváis, por supuesto.
En los álbumes de estampitas, supe quiénes eran las estrellas del cine, en otros álbumes, aprendí a distinguir flora y fauna, de varias partes del orbe; en las funciones matutinas de cine, mejor conocidas como matinés, a los grandes personajes de la historia y la literatura: Julio Cesar, Calígula, Juárez, Zapata, Francisco Villa, Doctor Zhivago, al Conde de Montecristo y a Sandokan, el personaje de Emilio Salgari.
Actualmente, estas propuestas están aceptadas, como parte de una formación cultural, denominadas séptimo arte, novelas ilustradas o cine de culto.
Tiempo después, con los murales de Juan O’ Gorman, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco o Diego Rivera, Héroes y heroínas, personajes icónicos, artistas, parte de nuestra idiosincrasia mexicana, plasmados en los muros de Bellas Artes, San Ildefonso o la biblioteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por qué, entonces, el Derecho Universal a la Cultura (plasmado en el párrafo noveno del artículo cuarto, de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos) “es desconocido y quizás, en el peor de los casos, hasta irrelevante”, señala el jurisconsulto Francisco Javier Dorantes Diaz.
Luego entonces cabe la reflexión: los gobernantes ignoran la importancia de la Cultura, o, es una forma de alevoso sometimiento. Planeado incluso, desde las aulas escolares. Así, lo demuestran la deserción de alumnos, aunada a la apatía magisterial y planes de estudio obsoletos. ¿Porqué no buscar otras opciones, que llenen estos vacíos formativos en niños, jóvenes y adultos?
El menoscabo al Derecho a la Cultura, sólo beneficia a los grupos sectarios de los partidos políticos y, a los gobiernos totalitarios. Causantes directos, unos menos, otros más, de la violencia, adicciones y el mercantilismo seudocultural. Folclórico, pues, que padecemos en Oaxaca.
Cine ambulante que recorra agencias y colonias, creado por directores, guionistas y actores de sólida formación; fotografía y música de calidad, entre otras cualidades que debe tener el buen cine; campañas de lectura, tirajes de literatura clásica en versión ilustrada. Son algunas propuestas que sugeridamente, deben encauzar los gobiernos de los tres niveles, ahora que se dice, dejamos atrás, el neoliberalismo oscurantista.