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Ana-Crónicas, ocultas / El Tío Nachito"

 Ana-Crónicas, ocultas / El Tío Nachito
FOTO: Salvador Hernández
Sábado 24 de septiembre, 2022.
03:08 pm
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Texto e ilustración: Salvador Hernández.

Oaxaca.-Me tiemblan las manos, rayando el pánico, me levanto del destartalado sofacama. Residuos de tequila en una botella cuya marca no recuerdo, luce como un espejismo prometedor.

Tres tragos, cobijan mis entrañas como a un bebé recién nacido.

Con las fuerzas necesarias, lanzo un buche de agua que se estrella en el lavabo, con un vigor impensable momentos antes. “…la intuición darwiniana de que la fuerza interna de la vida para mantenerse en pie es el origen de todo”, retumba en mi cerebro, ignoro al autor de dichas palabras.

Trazo un itinerario imaginario, cuya primera escala será “El Tío Nachito”. Pocilga de mala muerte, que, como mayor distintivo, no tiene ninguno. Ubicado, en contra esquina de la primera iglesia construida en la ciudad. Donde una puerta entreabierta de metal, es el asidero de teporochos, “bebedores fuertes, y sociales”.

Exdiputados y políticos de diferentes rangos, se dan cita y, sólo recibían el saludo de la concurrencia, si es para asestar un sablazo. No falta el cronista “de la ciudad”, que padecía de lagunas mentales.

El hedor avinagrado, se mezclaba con un murmullo que subía de tono a medida que el minutero del reloj, escondido entre garrafas de aguardiente y mezcales barato, daban las siete de la mañana. Los primeros rayos del sol, se estrellaban en los rostros de los deslucidos feligreses, como seguramente, se iluminaba el cristo de San Juan de Dios.

 Un barco a la deriva, donde los marinos màs experimentados, portaban insignias gravadas por las turbulencias de la vida; parroquianos que, en sus tiempos mozos, fueron temidos mercenarios, se mezclaban en la concurrencia, narrando sus anécdotas, sobre quimeras, que las alas del alcohol impulsaban. Un pirata tuerto la hacía de mesero.

Al alejarse la resaca, el lugar era un hervidero de voces, acompañadas de estruendosos abrazos politiqueros o mentadas de madre restregadas con una palmada en la espalda. Bullicio de un buque, que sobrevive al naufragio, por enésima vez.

En una de las mesas, unos maestros de filosofía -desertores de las aulas positivistas y aristotélicas-, discutían acaloradamente, ante la indiferencia del club de los pájaros caídos.

 

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