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Elena Poniatowska: escribir es un acto de esperanza

Elena Poniatowska: escribir es un acto de esperanza
Martes 31 de mayo, 2022.
01:36 pm
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Oaxaca.-El acelerado ritmo de la Ciudad de México parece detenerse en el tranquilo rumbo del barrio Chimalistac. En medio de un laberinto de calles empedradas hay una casa que resalta por ser la más pequeña de toda la cuadra y la única donde no hay cochera. Detrás de una reja desbordada por plantas y un pequeño muro de piedra que atestigua el paso del tiempo, la única escritora mexicana que ha ganado el Premio Cervantes, Elena Poniatowska, espera al equipo de Corriente Alterna para una entrevista en vísperas de cumplir 90 años. 

En la sala nos recibe Elena, que también es madre y abuela. Un olor a café recién preparado perfuma el ambiente al entrar. Arreglos florales, carpetas bordadas encima de los sillones y un cojín con el retrato en caricatura de Andrés Manuel López Obrador adornan la habitación la tarde del 16 de mayo, cuando la familia de Poniatowska celebra el cumpleaños 21 de Inés, su nieta, quien cumple apenas unos días antes que la escritora. Con casi 70 años de diferencia, Inés reconoce que ella y su abuela se parecen mucho: “las dos somos tauro, jajaja. Siento que nos parecemos en varias cosas: en lo tercas, ¿no?”, dice la joven. “En la obstinación”, asiente su abuela. Inés acompaña a Elena al primer piso del hogar a prepararse para la entrevista. 

“Ahora sí, pásenle”, invita la periodista al volver. La seguimos, dejando atrás a la familia, que platica, ríe,  bebe café y comparte un pastel preparado por Martina, la trabajadora del hogar que acompaña a Elena en su día a día. 

— Usted ha hecho campaña por AMLO las tres ocasiones que contendió. ¿Qué considera que le queda a deber el presidente a México? —se le pregunta.
— Yo no le puedo dar directivas de lo que él tuviera que hacer. Pero sí sé que en la cultura han dicho que él no se ha ocupado para nada o que se ha ocupado muy poco y que su “primero los pobres” de veras abarca a casi todos su gobierno. Hay mucho para los pobres y queda poco para la cultura —responde la escritora.

 
EL JUEGO ENTRE EL PASADO Y EL PRESENTE 

Con astucia, Elena Poniatowska, sentada a la mesa de su comedor, le da un giro a las preguntas. Rompe con el formato tradicional de la entrevista, pero nos insiste: “¿Qué más? ¿Qué otra pregunta?”.

— ¿Qué opinión tiene respecto a los niveles de violencia a los que se encuentran las mujeres periodistas?

— No. Las mujeres en general. Somos ahorita el país de los feminicidios. No se necesita ser periodista para que te maten. Te matan por el solo hecho de ser mujer. El ser mujer ya es una señal casi de muerte, de crucifixión, de abandono, de tirarte a la basura. 

Conversar con ella es un ir y venir entre el pasado y el presente, donde Poniatowska reconstruye su vida con una claridad extraordinaria. Estas memorias hacen que la escritora tenga presente la muerte durante la plática. 

Durante la charla menciona la muerte de Lolo, el perico que vivió con ella y con Martina. “Lolo es una enorme pérdida. Martina lo amaba y lo cuidaba, fue horrible. Yo lo oía todas las mañanas, me despertaba, decía: ‘Perico-perro, perico-perro’. Tenía una voz muy bonita”, recuerda la escritora imitando la voz del animal. 

Un par de canastas de mimbre en la habitación guardan óleos pintados por la propia Elena, que dejan entrever paisajes con plantas y el santo niño de Atocha. Ella dice que pintar le parece una actividad muy relajante porque, a diferencia de la escritura, en la que involucra todo lo que le sucede, con la pintura debe cuidar que no se escurra o no se arruine la tela y esa concentración le ayuda a olvidarse de sus problemas.

—¿Cuáles son tus problemas, Elena, de los que te olvidas cuando pintas? 

—Problemas, por ejemplo, de dificultades de algún tipo. Ya cuando tienes 90 años te tienes que fijar: no resbalarte en la regadera, no enfermarte. Si yo causo problemas de salud, si me guacareo, si me da diarrea, todo eso, les doy algún susto a mis hijos o a Martina. Entonces en eso tengo que estar pendiente: de ser una mujer que va hacia su muerte dando la menor lata posible —confiesa, mientras sus manos, con algunas manchas y venas que resaltan de la piel, testifican el transcurrir de la vida. 

Pero la Premio Cervantes (2013) no sólo piensa en la muerte. Delante de un muro lleno de orquídeas y enredaderas que dan vida a la habitación, Poniatowska regresa al pasado cuando mira la cámara RolleiFlex con la que la fotógrafa Eunice Adorno busca retratarla.

“¡Ay! Es una RolleiFlex”, dice Poniatowska tan pronto como Adorno saca la cámara. “Cuando yo me inicié [en el periodismo] te mandaban solita a hacer tus fotos, pero yo nunca llegué a tener RolleiFlex, es carísima. Yo usaba la mejor antes de la RolleiFlex, se llamaba Rolleicord.” 

Ver el aparato le evoca una anécdota con su esposo Guillermo Haro, protagonista del libro El Universo o nada, escrito por ella. “Tuve un marido astrónomo y a él le gustó esa cámara. Se la pegó a un aparato para observar las estrellas, entonces a mí me pareció muy honroso que mi cámara sirviera. Pero qué chistoso, a partir de ese momento nunca volví a tomar una foto. Él me dijo: ‘ay, a mí me es muy útil, déjamela’.  Y ahí delante de mí la enchufó”, nos cuenta.

La cámara también le hace recordar a Mariana Yampolsky (1925-2002), una gran amiga suya a quien conoció “hace mil años”. Era fotógrafa y usaba la RolleiFlex. Con cariño habla de los tiempos en los que trabajaron juntas en varios libros. “Siempre he pensado que lo importante de un libro son las fotografías y el texto es su acompañamiento. Muchas veces el escritor es el acompañante y en los créditos hacen figurar que el fotógrafo es el acompañante, y no es cierto. Yo, por ejemplo, conocí Tlacotalpan por Mariana, yo no la llevé de la corbata, ella me llevó a mí”.

“Ella tenía un vochito que manejaba a dos por hora, iba despacio, despacio, y nos asábamos, yo terminaba en calidad de pollo”, como si reviviera aquel momento, se toca el cuello con ambas manos. “Y le decía: ‘¡Písale!, ¡Písale!’ Y ella nunca pisaba nada”.

ENTREVISTAR A MÉXICO

La extensa obra de Elena Poniatowska compuesta por cerca de 50 libros entre novelas, crónicas, entrevistas y biografías, deja huella de la memoria de México durante el siglo XX. Aunque para ella, más allá de su labor literaria, dedicarse al periodismo fue una forma de conocer a su país, como lo dejó plasmado en los siete tomos de Todo México (1991-1999). Poniatowska, quien comenta que estudió en un convento de monjas en Estados Unidos, asegura que hacer entrevistas en una época donde casi no se hacían, fue “la mejor suerte de la tierra”. 

—¿Cuál es su parte favorita de hacer periodismo? —se le pregunta. 

—Las crónicas me gustan muchísimo, igual que le gustaron a Carlos Monsiváis. Y me gustaba mucho la entrevista porque era mi manera de acceder a la vida de mi país. Qué mejores maestros que los que entrevisté, que [el escritor] Alfonso Reyes, que Edmundo O’Gorman, el historiador, su hermano Juan O’Gorman, el pintor. Era una maravilla para mí. 

Su labor periodística la hizo acercarse a otras grandes personalidades como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Luis Buñuel, Maria Félix, Dolores del Río, entre muchos otros quienes, recuerda, la recibieron con afecto. Incluso, asegura que entrevistarlos le permitió volverse una amiga íntima de algunos. Por ejemplo, de Carlos Monsiváis o de José Emilio Pacheco. “Casi me siento hermana de José Emilio Pacheco, y cuando lo leo, pienso: ‘qué suerte tuve de haber sido amiga de este cuentista admirable, este poeta admirable, tanta gente valiosa’”, dice Elena con una voz que refleja la alegría de pensar en sus amigos.

Poniatowska se acuerda cuando Carlos Fuentes y Octavio Paz se pelearon tras una fuerte crítica firmada por Enrique Krauze a Fuentes en la revista Vuelta, dirigida por Paz. Recuerda que en alguna ocasión Paz le preguntó por Fuentes y ella trató de intervenir para que solucionarán sus problemas. “Le dije —porque bueno, uno tiene la amistad de muchos años ¿no?—: ‘en vez de preguntarme, descuelga el teléfono y márcale, a lo mejor te contesta. Quizá lo hizo y no supe, pero nunca se contentaron. Y si hubo alguien que amaba a Octavio Paz, era Carlos  Fuentes”, declara.

A sus 90 años, escribir y hacer periodismo sigue presente en la vida de Elena. Cuenta que después de bañarse y tomar un café se sienta a escribir su artículo dominical en La Jornada, a veces prólogos o prefacios a libros, y sigue trabajando en escribir su mejor libro. “Yo la veo como una vida de que no le tuve miedo a salir, a trabajar y no le tuve miedo al rechazo, a las críticas. Tuve un camino donde recibí mucho cariño”. 

—Elena, de tus libros, ¿Cuáles te gustan más? 

—Ninguno. El que voy a escribir —dice de forma honesta y nos arrebata una risa. —Bueno, es verdad, no lo digo como puntada porque, si no, no seguiría yo escribiendo. Finalmente, responderte eso es un acto de esperanza porque a los 90 años uno ya no tiene tanta posibilidad de escribir tantos libros.

Con informacion Sofía Ramírez, estudiante; Emiliano Ruiz Parra, mentoría / Corriente Alterna

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