Oaxaca.-La obra de Ricardo Pinto, se ¨camina¨, pensándola como espacios aislados que a la vez se conectan entre sí. Y digo espacios para nombrar piezas que pueden observarse a través de diferentes capas de lectura; uno puede introducirse a la obra la cual tiene, además, diferentes pasados y futuros a la vez.
La lectura carga la historia, que desde la mirada arquitectónica, nos habla de recorridos y fugas, de luces y sombras del tiempo que se vuelve pátina; y que desde la mirada técnica nos habla de experimentación reactiva, de trazos intencionados y de una expresividad espontánea y minuciosa.
Para Ricardo Pinto, esta exposición es un homenaje a su formación como arquitecto y a la memoria de su primer estudio en esta casa hace 25 años.
Es posible pensar que Ricardo Pinto parte de un principio geométrico. Que está interesado en ordenar, cartografiar, dividir, modificar, encausar el espacio. Enfocar cada cosa en sus componentes espaciales para desmontarla, rearmarla, construir otro objeto distinto, tanto visual como físico. Sin embargo, esto podría ser sólo un origen. O un indicio. Pues su obra está atravesada tanto por lo abstracto como por lo simbólico: ambas nociones creando nuevos órdenes, configuraciones, composiciones. Y si sumamos a ello su tendencia a la arquitectura, es decir, la búsqueda de “principios” que ayuden a edificar proyectos, proyecciones para habitar, física o metafóricamente, entenderemos mucho mejor el trabajo del pintor mexicano.
Y es posible, también, pensar que cada una de las creaciones de Ricardo Pinto (1973) está atravesada, signada, por una fuerza de concentración. Podemos sospechar que sus piezas podrían ser atractores, concentración de paisajes, configuraciones, formas, ideas visuales.
De forma simultánea en la sede principal de
Quetzalli, ubicada en Constitución 104-1,
Davis Birks, Ana De Orbegoso, Selma Guisande, Silvia Levenson, Cesar Martínez, Eugenio Merino, Priscilla Monge, Angel Poyón, Natalia Revilla, Claudia Rodríguez, Avelino Sala, Alejandro Thorton , Pierre Valls.