Oaxaca.-En México la defensa del territorio es un trabajo de alto riesgo. Las personas defensoras del territorio se encuentran vulnerables, ante caciques, empresas o funcionarios públicos que constantemente asedian su labor. A todo esto, contribuye la impunidad y la corrupción del aparato de administración de justicia en el país.
Durante los últimos tres años, casi un centenar de defensores/as han sido asesinados en México. La acción de los defensores y defensoras lastima intereses y existe la percepción de que su trabajo obstaculiza una visión de “progreso”.
Las agresiones que sufren las y los defensores debilita el activismo y atemoriza el trabajo que realizan muchas personas en todos los rincones del país.
Para muchas personas, la defensa de los derechos humanos es una actitud o un compromiso ante la vida.
Existen defensores, hombres y mujeres, que trabajan en el anonimato, es decir, en la mayoría de las ocasiones su labor es desconocida para los medios de comunicación y las redes sociales.
Estas personas defensoras viven en comunidades indígenas, marginadas y en extrema pobreza, paradójicamente estos lugares son verdaderos paraísos, lugares de gran riqueza ambiental y natural.
Ellas y ellos defienden a sus comunidades y territorios, en contra de los proyectos de las empresas voraces y el gobierno y, a su vez, defienden la reserva de la vida que nos queda en el planeta.
