Oaxaca.-La lluvia ácida (depósito atmosférico húmedo con un pH menor a 5.6) deteriora los monumentos históricos, sobre todo aquellos construidos con carbonato de calcio en sus distintas formas (piedra caliza, piedra múcara de arrecife o mármol, entre otros) en las zonas arqueológicas mayas en la Península de Yucatán y en Chiapas, o la de El Tajín y la fortaleza de San Juan de Ulúa, en Veracruz, así como el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México.
El depósito atmosférico, explica Rodolfo Sosa Echeverría, del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC), es lo que cae sobre la Tierra, tanto en forma seca (gases o partículas) como húmeda: lluvia, nieve o granizo.
Cuando el pH de la lluvia tiene un valor mayor a 5.6, se habla de lluvia no ácida; sin embargo, sabiendo que el pH neutro es de 7, esta ligera acidez se debe a la presencia de un ácido débil, el ácido carbónico, que a su vez se formó por la reacción del bióxido de carbono con el agua contenidos en la atmósfera. Un pH menor a 5.6 en la lluvia indica la presencia de ácidos más fuertes, menciona.
Los contaminantes atmosféricos, dice el investigador, no sólo pueden afectar la salud humana, cuerpos de agua y ecosistemas, sino también deterioran los materiales de las edificaciones que representan un valor comercial o cultural. Los contaminantes emitidos presentan interacciones con la meteorología y la química atmosférica, generando reacciones que convierten a la atmósfera en un reactor que genera lluvia ácida con ácidos sulfúrico y nítrico, cuyos precursores son los óxidos de azufre y de nitrógeno emitidos a la atmósfera, tanto por fuentes naturales como antropogénicas.
Deterioro en estructuras
La zona arqueológica de El Tajín, localizada en la costa del Golfo de México, fue construida con piedra caliza, la cual está constituida por carbonato de calcio, material susceptible de reaccionar con la lluvia ácida. “Es una reacción ácido-base la del carbonato de calcio con el ácido sulfúrico o ácido nítrico contenidos en la lluvia ácida”, apunta el científico.
La fortaleza de San Juan de Ulúa es un sitio interesante para estudiar el efecto de la lluvia ácida, porque fue construida con arrecife de coral (piedra múcara), que también es carbonato de calcio.
Un parámetro a determinar es la pérdida del material en cuanto a unidades de longitud en un tiempo determinado. Se miden en micrómetros (un micrómetro es la millonésima parte de un metro) por año.
Con base en las investigaciones iniciadas por Humberto Bravo Álvarez, uno de los investigadores fundadores del entonces Centro de Ciencias de la Atmósfera, y a raíz de la investigación doctoral de Rogelio Soto Ayala, de la Facultad de Ingeniería, se encontró que en Tulum, Quintana Roo, hay pérdidas de cuatro micrómetros por año, y en El Tajín, de 4.15.
Sin embargo, la pérdida de micrómetros es todavía más crítica en estructuras con jeroglíficos, como dinteles y estelas, así como en la estructura del juego de pelota en El Tajín.
Como son estructuras de piedra pensadas para dar información a lo largo del tiempo, con la pérdida micrométrica se pierden datos y cuesta más trabajo descifrar esos jeroglíficos.
También por vandalismo se pierde información, asegura el especialista. En ocasiones, “las personas llegan prácticamente con rebanadoras” y se llevan los jeroglíficos escritos en las estelas, como ha ocurrido en la zona arqueológica de Calakmul, Campeche, considerada por la Unesco Patrimonio Mixto (cultural y natural) de la Humanidad.
En Ciudad de México (CdMx) el posible daño al patrimonio cultural por depósito atmosférico, principalmente lluvia ácida, está en “construcciones de carbonato de calcio”, como el Palacio de Bellas Artes (el mármol es otra forma de carbonato de calcio).
El recubrimiento de varios edificios del Centro Histórico son mosaicos de tezontle, material muy resistente, ligero y poroso. Al ser una especie de esponja con orificios, es muy fácil que el aire y la lluvia puedan penetrar en su interior.
Actualmente, se está llevando a cabo el proyecto doctoral de Luis Miguel Urbina, con el propósito de evaluar el impacto del depósito atmosférico en el material de construcción de la fortaleza de San Juan de Ulúa, en Veracruz, así como en el Templo Mayor y en Ciudad Universitaria en la capital del país.
Que el Centro Histórico de la CdMx y el campus central de Ciudad Universitaria sean considerados como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco “es motivo de orgullo como mexicanos y como universitarios; además de motivarnos a trabajar en este tipo de investigaciones inter, multi y transdisciplinarias en beneficio de la sociedad”, consideró el universitario.
También falta estudiar, con mayor profundidad, qué tan susceptible al depósito atmosférico es la piedra volcánica, como la que se encuentra en el Templo Mayor, apunta Sosa Echeverría, debido a que la mayor parte de las investigaciones en el ámbito mundial, por ejemplo en Europa, han sido en material constituido por carbonato de calcio.
Han sido afectadas las zonas arqueológicas mayas en la Península de Yucatán y en Chiapas, también el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México.
Retomar este tipo de investigaciones es una tarea de todos. Con ese objetivo, varios institutos de la UNAM (Física, de Investigaciones Estéticas, Química, Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático y otras instituciones del país) se lograron vincular por medio de la Red de Ciencias Aplicadas a la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Además de estaciones de monitoreo y estudios para diagnosticar el grado de afectación por depósito atmosférico, en México es necesario que se tomen medidas para reducir, prevenir y controlar el impacto de la contaminación en muchos sitios arqueológicos.
Para Sosa Echeverría hay dos tipos de estrategias: unas son in situ. Se instalan en el lugar, por ejemplo, estructuras de fibra de vidrio para observación de los turistas en el exterior. Asimismo, piezas originales se resguardan en museos o laboratorios específicos para protegerlos de la lluvia, polvo, radiación solar, etcétera. Además de la restricción de áreas, se aplican recubrimientos naturales o artificiales, entre otras medidas.
Para la reducción de emisiones de los precursores de lluvia ácida se pueden aplicar las siguientes medidas: el cambio de combustibles, el empleo de sistemas de control en las industrias o servicios, así como el mejoramiento de tecnologías vehiculares.
Por último, Sosa Echeverría señala que la investigación en relación con depósito atmosférico en algunas regiones de México se realiza con la colaboración de varias instituciones nacionales e internacionales, entre las que se encuentran el Sistema de Monitoreo Atmosférico de Ciudad de México; las universidades Veracruzana, de Campeche y de Quintana Roo; el Instituto Nacional de Antropología e Historia; el National Atmospheric Deposition Program, de Estados Unidos, y la World Meteorological Organization.
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