Oaxaca.-En los años 90 dos investigadoras descubrieron unas manchas de color púrpura en las yeserías de la Alhambra. Eran difusas y desiguales y no formaban parte de los pigmentos originales. Ahora, más de dos décadas después, los microscopios electrónicos han resuelto el misterio.
Los detalles de la investigación, realizada por Carolina Cardell e Isabel Guerra, de la Universidad de Granada (UGR), se publican este viernes en la revista Science Advances.
El estudio explica que, con el tiempo y las condiciones atmosféricas adecuadas, el dorado usado para decorar las yeserías de los palacios de la Alhambra ha sufrido una combinación de procesos electroquímicos que han degradado de forma natural el oro y han dado lugar a la formación de unas nanoesferas de color púrpura en algunas superficies del conjunto histórico.
Las manchas violeta se encontraban en las zonas en las que se había utilizado el dorado, que consiste en aplicar una lámina de oro sobre una hoja de estaño.
Estas manchas aparecían siempre en las zonas semiexpuestas a la intemperie y la humedad, “y eso nos hizo pensar que podían estar relacionadas con la alteración de los metales que componen este dorado”, comenta Cardell.
Con técnicas analíticas de microscopía electrónica de alta resolución, las investigadoras comprobaron que el color púrpura procedía de unas nanopartículas de oro pero ¿por qué un metal noble y resistente como el oro se había degradado tanto?.
Se sabe que uno de los métodos para disolver oro es el ‘agua regia’, una mezcla de ácido nítrico y ácido clorhídrico muy concentrada que se usaba en la Edad Media para fabricar un pigmento llamado ‘Púrpura de Casio’ pero en la Alhambra nunca se ha utilizado este compuesto. Tenía que ser otra cosa.
El estudio de las imágenes y la composición química de este dorado permitió comprobar que la hoja de estaño se había alterado por corrosión galvánica, un tipo de degradación que tiene lugar cuando dos metales están en contacto -uno más noble y otro menos- pero para esto ocurra debe de haber en el ambiente un catalizador (un electrolito) como, por ejemplo, una solución con cloruro.
“Y en Granada hay aerosoles marinos ricos en cloruros. Así que ya teníamos uno de los factores necesarios para explicar la corrosión electroquímica de estos metales”, explica Cardell, pero ¿por qué se disolvió un metal tan resistente como el oro?.
El análisis ha descubierto que al fabricar el dorado y bruñir el oro sobre el estaño, se formaron poros, “huecos o fisuras por los que se coló la solución rica en cloruros y degradó la hoja de estaño formando óxidos de estaño que después se depositaron sobre el oro y lo cubrieron de forma desigual. Esto es lo que provocó la disolución del oro”.
Después, el oro disuelto y los cloruros del ambiente formaron complejos de cloruro de oro, un tipo de moléculas que muy poco estables que precipitan enseguida y que, en este caso, lo hicieron en forma de esferas con un tamaño aproximado de 70 nanómetros, específico para conferir color violeta.
De hecho, si esas nanoesferas fueran más pequeñas “veríamos manchas rojas” y si fueran más grandes “serían marrones”, aclara la investigadora.
Lo que ha ocurrido en estos materiales es una conjunción de factores “curiosísima” y una “combinación increíble, espontánea y natural de procesos de corrosión electroquímica” que se ha estado gestando durante siglos hasta producir las manchas púrpura de los palacios de la Alhambra, comenta.
Y si todo esto ocurrió en la decoración que cubre las yeserías, ¿por qué lo podemos ver? pues porque “en el siglo XIX, el dorado de la Alhambra se había afeado tanto que decidieron restaurarlo aplicándole una capa de yeso blanco que actuó de papel revelador e hizo que las manchas fueran visibles”.
Los resultados del estudio ayudarán a que los expertos restauradores adopten las medidas de intervención más adecuadas para conservar y restaurar estos dorados, apunta la UGR en una nota.
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