Oaxaca.-Con el Conversatorio Experiencias del exilio, memoria y solidaridad de México, la UNAM, a través del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), conmemoró los 50 años del golpe de Estado en Chile, el 11 de septiembre de 1973.
En el encuentro, Rubén Ruiz Guerra, director de la entidad universitaria, señaló que recordamos hechos dolorosos, los cuales rompieron la normalidad democrática de un país y dieron fin de manera violenta a un proyecto de nación.
Ante la senadora Isabel Allende Bussi, hija de Salvador Allende, presidente chileno en aquel momento, refirió que “el que hacemos hoy es un esfuerzo de memoria, que busca hacer presente la necesidad de luchar de manera continua acerca de la vigencia de la democracia”.
Hoy, mencionó, hablaremos de exilio, sobre ese forzado acontecer que se conforma de violencia, rupturas, desarraigo, terror, desesperanza. Pero ese suceso tiene también otras caras, “que son las que queremos recordar hoy, las de la solidaridad, la oportunidad de un nuevo comienzo, la de tener una esperanza de vida, la de la posibilidad de construir un futuro”.
Beatriz Sánchez, embajadora chilena en México, mencionó que el golpe de Estado trató de instaurar bajo terror, un nuevo modelo, una nueva forma de relacionarse, un nuevo sistema político y económico.
Según el Instituto de Derechos Humanos de Chile después de ese suceso 3,216 personas fueron desaparecidas o ejecutadas políticas; 38,254 víctimas de prisión política o tortura; 250,000 exiliadas, y 150,000 exoneradas.
Tales cifras reflejan lo que representó el golpe de Estado, la ruptura de vida; de ahí, sentenció, es tan significativo hacer un ejercicio de memoria, porque sin ella no se puede construir un país. “Por eso esta conmemoración es tan importante”.
Isabel Allende Bussi, experimentada legisladora e hija menor del matrimonio de Salvador Allende y Hortensia Bussi, recordó que Chile y México tienen mucha historia compartida. “El 15 de septiembre de 1973 salí como exiliada rumbo a este país”.
Después del golpe de Estado, “cuando nos enteramos de la muerte de mi padre, de la forma en que murió, de cómo ofreció su vida y la dignidad que lo acompañó, llamé a Gonzalo Martínez Corbalá (entonces embajador de México en Chile); tomé el teléfono y no necesité decir nada más”: llegó en un auto oficial, con bandera mexicana.
Ella y sus acompañantes, entre ellas otra hija del presidente, “emprendimos el viaje a la embajada; nos detuvieron varias veces, pero gracias a su seguridad (la del político y diplomático mexicano) pudimos pasar los puntos de control”.
Gracias a México, a su cariño y a la valentía y decisión de Gonzalo Martínez, aún a costa de amenazas y de que lo apuntaron con armas, a la embajada mexicana llegaron más de 350 personas, refirió. “En este país encontramos nuestro hogar; aquí nuestros hijos se desarrollaron, se criaron, construyeron lazos”.
El senador José Miguel Insulza refirió que estaba fuera de Chile en el momento del golpe de Estado. Iba de vuelta a Santiago, vía París, el 10 de septiembre de 1973; el 13 en la noche debía partir.
Luego de lo acontecido, en la noche del día 12 “tomé un avión a Buenos Aires; se vivía una gran incertidumbre, nuestra vida había cambiado en 48 horas y no tenía una nación a donde volver. En Argentina recibimos a muchos exiliados. Hubo grandes manifestaciones de rechazo al golpe, pero las cosas también allá se empezaron a poner mal”.
El académico y ex secretario general de la Organización de Estados Americanos, dijo que en aquellos años no sólo “fuimos capaces de organizar un exilio chileno muy fuerte, potente”, sino que, en especial, supimos la solidaridad democrática de todos los países del mundo, sobre todo de México.
Fue la única nación no socialista que rompió relaciones con la dictadura militar chilena y las tuvo rotas hasta el mismo día del fin de la dictadura. “Es un recuerdo que todos tenemos y es un orgullo haber podido vivir en este país con tanta solidaridad en favor de Chile”, dijo.
El político, académico y diplomático, Luis Maira, mencionó que lo que cambió a la nación sudamericana y nunca dio marcha atrás, pese al golpe de Estado, es que Allende hizo en tres años los cambios más importantes de la historia de ese país, entre ellos, nacionalizó el cobre. Su proyecto era distinto: no quería el capitalismo norteamericano ni el comunismo soviético, sino un socialismo latinoamericano, una sociedad de trabajadores en democracia, pluralismo y libertad.
Para mí, la UNAM pasó a ser la casa de estudios latinoamericana de la que me siento parte, donde enseñé los 16 años que duró mi exilio acá y a la que he seguido viniendo. “México es el lugar que amamos”, finalizó.