Oaxaca.-Al participar en el Seminario de Neurociencias, organizado por el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3), de la Universidad Nacional, detalló que desde hace algunos años trabaja en el estudio del cerebro en desarrollo, por lo que ha revisado el de neonatos; en algunos casos la investigación ha permitido dar seguimiento a infantes hasta llegar a la edad adulta, estudiando la adolescencia.
Lo anterior mediante el análisis de datos obtenidos con imagenología por resonancia magnética, con lo que observan las áreas que se activan al realizar alguna actividad o al estar en completo reposo, información con la que ven el desarrollo de su conectividad y comparan su evolución con el tiempo y su asociación conductual, puntualizó Alcauter Solórzano.
Estudios del investigador han mostrado que las redes de conectividad tálamo-sensoriomotora y tálamo-prominencia están presentes en los recién nacidos, mientras que la conectividad de la red tálamo-medial visual y tálamo-predeterminada surge aproximadamente al año, lo cual muestra la importancia conductual durante la infancia.
En el caso de los neonatos, es “muy interesante que el nivel educativo de la mamá está relacionado con el nivel de maduración de la red funcional cerebral de modo basal y sensomotora en los bebés. Esto se estima al realizar un mapa de la red del bebé y compararla con la de los adultos. Mientras mayor educación tiene la madre, mayor nivel de maduración tiene la red, y esto es igualmente válido tanto para la red de modo basal, como para la sensomotora”, precisó.
El también académico del Posgrado en Psicología explicó que no se sabe por qué sucede esto, pero es posible decir que el ambiente de la mamá y su desarrollo influyen en la red cerebral; algunas teorías indican que podría ser la alimentación, pero esto no se observa en todas las redes cerebrales, por lo que el doctor en Ciencias Biomédicas y su equipo continúan con las investigaciones al respecto.
Al preguntarse si hay alguna diferencia con los neonatos que nacieron de forma prematura, Alcauter Solórzano y sus colaboradores revisaron a un grupo y observaron que las redes y sus conexiones son mejores cuando llegan a término, pero disminuye si nacieron antes de tiempo.
“Los más prematuros son más diferentes en la eficiencia de su red, que los grupos a término. Mientras más a término son los bebés, mayor eficiencia tendrá su red”, añadió el investigador al ofrecer la charla “Desarrollo de la conectividad funcional cerebral en la infancia y adolescencia”.
Los estudios de redes en neonatos revelan que su eficiencia aumenta drásticamente durante el primer año de vida; en tanto, en el segundo año no se identifica un cambio severo. Con estos resultados, se hipotetiza que el incremento en la mielinización (proceso que permite que los impulsos nerviosos se conduzcan con mayor velocidad y por ende facilita la comunicación sincronizada de las neuronas) y la conexión a larga distancia contribuyen al aumento en la eficiencia de la red, señaló.
En una investigación a largo plazo se trabajó con un grupo de infantes de 6.7 años a 18.1 años; fue medido su nivel de desarrollo como el estadio puberal a partir de una escala autoaplicable, abundó Alcauter Solórzano.
Ante investigadores del C3, mostró que los cambios generados por la pubertad se notan primero en las niñas, poco antes de los 12 años; en los niños sucede posteriormente. Además, en ellas parecen terminar antes que los varones.
En su estudio “Development of the Functional Connectome Topology in Adolescence: Evidence from Topological Data Analysis” (eNeuro, 2023), los expertos universitarios mostraron que el cerebro adolescente tiene una estructura topológica más distribuida en comparación con las redes aleatorias, pero está más densamente conectado a nivel local, por lo que esta etapa parece ser un punto de inflexión para mejorar las comunicaciones en el cerebro.
Actualmente una de las dudas que tienen los expertos es qué tanto influye el factor genético en estos procesos, por lo que formaron el Registro Mexicano de Gemelos -hasta abril de 2023 contaba con dos mil 915 participantes- para estimar la influencia de la genética y el ambiente en diversos fenotipos de salud física y mental, así como habilidades cognitivas y propiedades estructurales y funcionales del cerebro.
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