Oaxaca.-Esta festividad, que honra a los muertos, tiene raíces profundas en la cultura mexicana, combinando tradiciones prehispánicas con influencias católicas.

 

El 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, un día dedicado a recordar a los niños fallecidos, conocidos como "angelitos". En esta fecha, las familias preparan altares en sus hogares y visitan los cementerios para honrar la memoria de sus seres queridos. Las ofrendas incluyen:

 

Se colocan platillos favoritos del difunto, pan de muerto, y bebidas como mezcal o atole.

 

Principalmente el cempasúchil, que se cree guía a las almas hacia el altar.

 

Las veladoras simbolizan la luz que guía a los espíritus.

 

Fotografías y pertenencias del difunto son colocadas en el altar para recordar su vida.

 

Esta celebración no solo es un momento de recuerdo, sino también una oportunidad para que las familias se reúnan y compartan historias sobre sus seres queridos.

 

Las ofrendas son una parte central del Día de Muertos. Generalmente incluyen:

 

Papel picado: Un elemento decorativo que simboliza la fragilidad de la vida.

Calaveras de dulce: Con el nombre del difunto escrito en la frente, representan la muerte con un toque festivo.

 

Pan de muerto: Un tipo de pan dulce que se elabora especialmente para esta ocasión, adornado con formas que simbolizan huesos.

Actividades y Festividades

 

Durante estos días, diversas actividades culturales tienen lugar en todo México:

 

Las familias decoran las tumbas con flores y velas, creando un ambiente colorido y lleno de vida.

 

En muchas ciudades, como Ciudad de México, se organizan desfiles donde se exhiben calaveras gigantes y representaciones artísticas relacionadas con la muerte.

 

En barrios tradicionales como Coyoacán y Xochimilco, los visitantes pueden recorrer diferentes altares instalados por las familias en espacios públicos.

 

El Día de Muertos ha sido reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2003. Esta celebración no solo es una forma de recordar a los fallecidos, sino también un momento para reflexionar sobre la vida y la muerte, fortaleciendo los lazos familiares y comunitarios2