Los satélites de la NASA han detectado una caída alarmante en los niveles globales de agua dulce desde mayo de 2014, manteniéndose bajos hasta la fecha.
Este descenso se ha atribuido a sequías severas, comenzando con una en Brasil, y está vinculado al calentamiento global, que exacerba la evaporación y afecta los patrones de precipitación.
Desde el año 2015 hasta 2023, las observaciones realizadas por satélites indicaron que la cantidad promedio de agua dulce almacenada en la superficie terrestre, que abarca tanto el agua líquida en lagos y ríos como el agua contenida en acuíferos subterráneos, se redujo en 290 millas cúbicas (equivalente a 1.200 kilómetros cúbicos) en comparación con los niveles promedio registrados entre 2002 y 2014.
Matthew Rodell, hidrólogo del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, y uno de los autores del estudio, destacó en un comunicado que esta disminución representa más de dos veces y media el volumen de agua que contiene el lago Erie.
La reducción del agua dulce pone en riesgo la agricultura y la salud pública, aumentando la posibilidad de hambrunas y enfermedades.
La situación actual plantea incertidumbres sobre la recuperación de estos niveles en el futuro.