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Caminante y escriba, Génesis de “Son Pájaros, Las Hojas”

Caminante y escriba, Génesis de “Son Pájaros, Las Hojas”
Jueves 11 de enero, 2024.
10:08 am
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Por César Eli Garcia
 
Oaxaca .-La movilidad primigenia del humano, es el acto de caminar, la postura bípeda y erguida, procuran una mirada profunda del horizonte, el mundo se muestra en su vastedad infinita. De esta manera, hay en el caminar, un acto de desplazamiento aunado a la contemplación. Tanto es así que Nietzsche afirmaba que el filósofo es El caminante y su sombra. Dicho de otra manera; aquello que interiorizamos del mundo, está relacionado con aquello que nos sorprende en el camino. El caminar significa la interioridad, dialogando consigo misma, un acto reconciliatorio con el yo. 
La autohipnosis depende de un acto nómada, opuesto al diván freudiano, en total sedentarismo.
El humano contemporáneo vive en una incesante búsqueda de acelerar su movilidad. Esto no es más que un reflejo, de esta época y su entendido, de estar en el mundo; renunciantes al contemplar, al detenerse, al acto mismo de echar un vistazo al mundo para que este nos hable.   
La relación que existe entre el auto y el conductor, puede definirse como una relación imánica, el conductor adquiere las propiedades de la máquina, renunciando a su autonomía. Una vez que el piloto coge el volante, este renuncia a su capacidad como individuo y se adhiere a la máquina, no es ajena la figura del conductor impaciente, acelerado, con nulo respeto por el transeúnte. En el espacio urbano se da el encuentro de las dos figuras, por un lado, el humano adherido a la máquina y por el otro el humano en su acto primitivo como caminante. 
El poeta Mario Santiago Papasquiaro es recordado por su figura de trotamundos, un viajero cotidiano, ya fuera en el laberinto del DF o en callejuelas europeas. En el laberinto de la gran ciudad, durante un paseo, fue ultimado por “un coche que se dio a la fuga, mientras Mario se daba a la muerte”, parece ser que la muerte es consecuencia del encuentro, antitético, entre el conductor y el caminante. Por una parte, está el ser acelerado, por otra, el ser contemplativo y detenido. Solo en el caminante puede surgir la poesía porque este mantiene un grito por volver al acto primigenio, una renuncia consciente a la modernidad acelerada. Aún conserva su disposición al asombro.
En Son Pájaros Las Hojas, poemario de Sergio Romero Díaz, está presente este andar por el mundo, la voz guía es el acto de caminar, de gastar las suelas. Si tuviera que pensar en mi amistad con Sergio, tendría indiscutiblemente que remitirme a septiembre del 2009, cuando el azaroso destino nos hizo coincidir en la sala donde José Molina impartía sus clases de poesía, en la biblioteca Andrés Henestrosa. También tendría que pensar en el bar Los Perros, en donde, sentados en unos sillones viejos, pasamos noches enteras bebiendo cervezas, que en aquel tiempo costaban 10 pesos. Siempre escuchando atentos, la charla dirigida por Pepe, siempre pensando en la poesía. Luego, tendría que pensar en el Bar Kokis, en donde en más de una vez nos tocó ver como amanece la ciudad. Estos escenarios sirven de telón de fondo en la poesía de Romero. 
En Son Pájaros Las Hojas, Romero recrea andanzas y experiencias en poemas como Dionisio y su banda rumbo a Mitla, en donde Pepe se convierte en el dios del vino y Rodrigo Landau es un sudaca barbado, a mí, me permite conservar el mote de pequeño Rimbaud, como Pepe solía llamarme, no porque tuviera el talento del genio francés, sino porque tenía 19 años y bebía como desahuciado. 
En Madriguera de liebres… texto escrito en prosa poética, habla del campo, de veredas más que de banquetas. Recuerdo la experiencia que compartimos, cuando adquirió un solar, en el paraje casahuatera, yo andaba desempleado y pactamos trabajar juntos para cercarlo, sembrar árboles y montar una estructura metálica, para usarla como pequeña bodega. Éramos dos hombres escarbando sepas para sembrar postes, seis meses duró el trabajo bajo los rayos del sol; cuando se nublaba Sergio gritaba agradecido, esa nube es el gran sombrero de Dios.
La lírica de Sergio Romero propone un diálogo entre lo rural y lo urbano, entre la reflexión y la memoria, estableciendo vínculos entre extremos engañosamente opuestos, Son Pájaros Las Hojas, es una propuesta que remonta el vuelo para cruzar los aires oaxaqueños. El autor se presenta como un caminante, en algunos poemas sobre el asfalto, en otros veredeando parajes campiranos, otros más delatan su experiencia como ciclista, cruzando pueblos y perdiéndose por caminos de terracería. Si el caminar es primitivo, y el conducir un auto es moderno, existe en la bicicleta, un justo medio, la velocidad no es tan lenta como el caminar, ni tan acelerada como en el auto, el humano dialoga con la máquina simple, no se adhiere a ella. Un equilibro entre su técnica y su cuerpo, de igual manera la poesía es un equilibrio entre la técnica y la emoción.
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