Oaxaca, México.- De mucho más allá de la mirada romántica que suele dedicarse a las culturas originarias, de mucho más allá de folclorismos, viene la poesía de quienes poblaron las tierras del Norte de América, en lo que hoy son los territorios de Estados Unidos y Canadá. Ésta se recopila ahora en el libro
He llegado al centro de la tierra, libro de cantos traducidos y recopilados por Elisa Ramírez Castañeda y que en la colección Cien del Mundo edita el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
“¡Ah!, / Ser un hombre…” entre proclama y descubre una canción iniciática, y el lector parece abrazarse a esta noción por primera vez. Sentirse sorprendido de serlo o inquieto porque esa interjección puede aterrizar en la pena de la condición humana. La interpretación se dispara ante la palabra iniciática. La palabra primordial.
La palabra que nombra es búsqueda y ruego “Abuelo amarillo, Sol, tú que caminas: míranos”. Se pide un nombre en el convencimiento de que ese acto tiene su origen en lo sagrado y que surge en la voz del hombre solo a través de la inspiración de un trance que es la oración.
Se pide un nombre, el fundamento del resto que es: “Que este joven y su parentela caminen con bien, tengan comida y ropa y caballos de muchos colores.”
“La poesía era siempre pública, la palabra era escenificada, recitada para obtener protección, fortalecimiento”, ha dicho Elisa Ramírez Castañeda. También detiene, intenta hacer entrar en razón a la naturaleza.
Así en la canción “Para domeñar el clima” leemos: “¡Frío, frío! / ¡Escarcha, escarcha! / No me avientes a un lado. /Bastante me has doblado ya. / ¡Vete, vete!”
En Canciones para sanar y conjuros leemos: “Los del cielo: / ¿acaso nunca/ se cansan/ de tener nubes/ entre ustedes y nosotros?”. Cuál será la canción para convencer a los celestiales, cuáles las palabras que desaten la revelación, por qué la distancia, y para qué las nubes. Los versos conjuran lo inasible al mismo tiempo que el cielo y las nubes le cuentan al hombre de la existencia de lo divino.
La grandeza de los cielos custodia la experiencia humana que nunca es extraña, la historia de la necesidad, de la añoranza, del desamparo, los deseos, la fragilidad- Igualmente He llegado al centro de la tierra es el espacio que las reúne. Por ello el amor no puede quedar fuera, al contrario, se atrapa a través de la canción “Fórmula mágica para asegurar la constancia de una mujer”: “El alma de esta mujer llega a reposar en los bordes de tu cuerpo, nunca dejes de ejercer tu poder sobre ella. / Ha sido ordenado que harás justamente lo que se te pide/ Haz que nunca piense en otro lugar/ Su alma se debilita dentro de ella/ está apresada en hilos negros”.
En la extensa “Canción de despedida” el alma va repasando vivencias, deteniéndose en los sitios para poder abandonarlos y verdaderamente partir.
“Creí que siempre viviría/ creí que siempre viajaría, así había sido. /Creí que siempre sería así/ pero las fuerzas ya me han abandonado/ ja nja. Troncos caídos/ que salté/ Lugar, óyeme: / Olvídame/ ja nja/ Lugar de rocas firmes/ donde tropecé/ Lugar, óyeme: / Olvídame/ ja nja…”
Poderosas como la muerte son las Canciones del Ghost Dance en las que se canta la promesa de resurrección en un mundo nuevo y puro donde predominen los indios: “El mundo entero viene/ una nación viene, una nación viene/ El águila trajo el mensaje a la tribu…”
En el prólogo Luis Cortés Bargalló apunta que esta selección es el resultado de una profunda y prolongada convivencia con los textos, es producto de una vida dedicada a examinar, documentar y comparar lo que los poetas imaginistas llamaron “el verso americano” proponiendo la poesía originaria como la verdadera poesía norteamericana.
Elisa Ramírez Castañeda nació en la Ciudad de México, fue fundadora del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. Como editora ha coordinado las colecciones Tradición Oral Indígena; ha sido colaboradora especial del proyecto Vida y Palabra de los Indígenas de América, del Fondo de Cultura Económica. Entre sus publicaciones destacan los libros de poesía
¿Quieres que te lo cuente otra vez? (1985
), El fin de los montiocs, tradición oral de los Huaves de San Mateo (1987
), De indios y fotógrafos (1999).
La tradición oral es por sí misma creación y recreación continua, de ahí la fugacidad de su belleza que se eterniza si logra permanecer en los cimientos de las culturas. De ahí la enorme importancia de He llegado al centro de la tierra.
He llegado al centro de la tierra. Traducción, recopilación e introducción Elisa Ramírez Castañeda. Prólogo, Luis Cortés Bargalló. Col. Cien del Mundo, CONACULTA. 181pp.