Presentan en Bellas Artes el libro Alejandro Rossi

Moderados por Juan Villoro, comentaron este volumen Ruy Pérez Tamayo, Guadalupe Nettel, Luigi Amara y Paulina Lavista, quienes destacaron  la amplia variedad de textos vertidos en el libro por personajes como Enrique Krauze, Guillermo Sheridan, Adolfo Castañón, Fabio Morábito y José Narro Robles.

Ruy Pérez Tamayo, dijo que la literatura de Alejandro Rossi, para su asombro, fue también muy comentada por la crítica importante como la de Octavio Paz, Salvador Elizondo, Carlos Monsiváis, así como por  Álvaro Mutis y José Saramago, entre muchos otros.

“A mí por ejemplo me impresionó que en su famosa obra Manual del distraído existieran puntos de vista muy similares a los desarrollados por Jorge Luis Borges, a pesar de que el lenguaje de Borges estricto y un tanto europeo, estuviera separado culturalmente al de Rossi un tanto cálido y tropical, aunque asombrosamente exacto”.

En este sentido, Pérez Tamayo mencionó que es difícil imaginar a Rossi y a sus textos con una palabra de más o de menos, porque como escritor era convulso, extremo, complejo.

“Y no porque él fuera así personalmente, sino porque él describía la vida tal como es. Sin composturas, aunque jamás dejara de lado el humorismo que provoca una sonrisa no totalmente ajena a la amargura”.

No obstante, refirió Ruy Pérez Tamayo, le gusta sumar a sus relecturas La fábula de las regiones y El cielo de Sotero, que está entre sus favoritos.

“Eso sin dejar de leer de corrido Un café con gorgonzola, Edén, junto con Manual del distraído con el que ingresamos a un maravilloso juego de moral, amistad y literatura.

La escritora Guadalupe Nettel recordó cuando conoció a Alejandro Rossi en la carrera de filosofía en la UNAM y por ello considera a este volumen que lleva su nombre, un intento muy importante de conservar viva y vigente la fuerza poderosa de su literatura.

“Y en cuanto a las fotografías que se van intercalando resulta fascinante la exposición de miradas de Rossi desde las más indignadas, cavilantes, observadoras o asombradas, hasta las más tiernas”.

Estimó que el libro dividido entre anécdotas e imágenes permite ver a un Rossi con vestimenta informal, hasta la más elegante, dotada de finas camisas propias de un escritor maduro.

“A la obra de ese escritor es la que llevé durante mi estancia de estudios y escrituras en París. Allí sentí todo el poder de su literatura el más honesto asombro y el más profundo respeto hacia el maestro y poderoso autor”.

Luigi Amara confesó no haber tratado personalmente a Alejandro Rossi, pero en cambio apuntó que su literatura le entregó todas esas respuestas a las preguntas en las que deambulaba constantemente: dedicarse a la filosofía o a la literatura.

“Dedicarme a ambas materias constituía una solución momentánea para mí. Aunque también percibía una especie de tensión cuando me daba cuenta que me encontraba ante exposiciones muy importantes de filosofía analítica. Esta es una parte básica de Alejandro Rossi: la propuesta de muchísimas opciones humanísticas para desarrollar literatura”.

Luigi Amara apuntó que sólo que después de esa tensión de dudas comprendió que las contexturas de Rossi eran una fusión de las cosas que no se pueden abandonar fácilmente cuando uno escribe, puesto que los planteamientos son constantes y que el abandono a este tipo de imperativos resulta imposible y nada recomendable.

“Finalmente, la decisión llegó cuando me salí del Instituto de Investigaciones Filosóficas y consideré que era necesario también producir al escritor, decisión que llegó a partir de la asiduidad que tengo y he tenido por los libros de Alejandro Rossi”.

Y agregó: “Porque el desertar de la filosofía para crecer en la escritura ha sido también el planteamiento de muchos, quienes buscan de manera más agresiva respuestas más abiertas a la realidad. Y esto fue un logro de la literatura de Alejandro Rossi que se evidenció en mí: una puerta que se abrió y que sigo atravesando”.

Finalmente, la fotógrafa  Paulina Lavista recordó que en su deambular para hacer retratos a creadores llegó un día a Alejandro Rossi, cuya personalidad le resultó fascinante, sobre todo cuando le dijo que si las fotografías robaban el alma, la única que él autorizaba que se la robara era ella.

“Alejandro Rossi fue una de las personalidades que se concentraron a plenitud en mi cámara, tanto como la arquitectura, los barrios populares, el cine, el teatro, la danza, en fin, sólo que Alejandro Rossi fue una figura muy especial, un reglón aparte en mi vida de fotógrafa, pues su rostro me enseñó a pensar y a repensar cosas tan especiales como el preciso instante de una luz en los ojos, la luminosidad de una sonrisa y la fuerza interna de un pensamiento”.

Paulina Lavista recordó que su obra fotográfica está llena de retratos como los que realizó a Octavio Paz, y de esa manera, al capturar la alta cultura, se enseñó también a escribir y describir con la cámara.

“Y a pesar de que las tecnologías han variado mucho y son utilizadas por mí tanto en el blanco y negro como en el color cuando éstas son requeridas, Alejandro Rossi y su gran personalidad ha sido uno de los mayores incentivos que he tenido porque al retratarlo aprendí a seguir la secuencia de un sentimiento, de un gesto, de una sonrisa, de un enojo, de un instante de nerviosismo, o de tranquilidad, sin faltar el amor o el desamor”.